Hasta ahora habíamos escrito sobre las vivencias de las mujeres detenidas y sobre cómo ellas reciben las actividades que les proponemos. Hoy quiero mover un poco el espejo y reflejarme.
Mucha gente nos pregunta qué sentimos cuando estamos dentro el penal. Sólo puedo hablar por mi, y lo que me domina es la sensación de ENCIERRO permanente, absoluta. No hay un instante en el que sienta que estoy en otro sitio. La mirada refuerza la opresión interna porque hay rejas, tejidos (en el techo de patio, por ejemplo), candados y uniformes azules que delimitan un territorio estrecho y oscuro.
Creo que no me costó demasiado relacionarme con las chicas, aunque hay mujeres más cerradas que otras. Apenas empecé a participar de este grupo sentí que tenía que ganarme la confianza de ellas, que no se abren con cualquiera y por sobre todo, que no se las puede defraudar ni en la más chiquita de las promesas.
Cuando las chicas se enganchan con nuestras actividades, ensayan la obra de teatro, graban un testimonio para el micro radial o simplemente hablan de ellas mismas, siento que la COMUNICACIÓN es posible, que cuando dos personas quieren conectarse se logra. Los otros días, esos en los que estamos solos esperando que alguien se nos acerque, el lugar y la situación se oscurecen aún más. Vuelvo a mi casa con la sensación de que lo que quiero dar no sirve y que lo que ellas necesitan yo no lo tengo.
Nunca me voy triste, pero sí con una "sensación" de tristeza, como si me quedaran colgando o pegados en la ropa dolores ajenos, lágrimas convertidas en piedritas, tatuajes duplicados. Y, aunque parezca absurdo, nunca tuve tanta noción de lo que significa ser libre como cuando por primera vez crucé las múltiples y pesadas puertas del penal.
Mucha gente nos pregunta qué sentimos cuando estamos dentro el penal. Sólo puedo hablar por mi, y lo que me domina es la sensación de ENCIERRO permanente, absoluta. No hay un instante en el que sienta que estoy en otro sitio. La mirada refuerza la opresión interna porque hay rejas, tejidos (en el techo de patio, por ejemplo), candados y uniformes azules que delimitan un territorio estrecho y oscuro.
Creo que no me costó demasiado relacionarme con las chicas, aunque hay mujeres más cerradas que otras. Apenas empecé a participar de este grupo sentí que tenía que ganarme la confianza de ellas, que no se abren con cualquiera y por sobre todo, que no se las puede defraudar ni en la más chiquita de las promesas.
Cuando las chicas se enganchan con nuestras actividades, ensayan la obra de teatro, graban un testimonio para el micro radial o simplemente hablan de ellas mismas, siento que la COMUNICACIÓN es posible, que cuando dos personas quieren conectarse se logra. Los otros días, esos en los que estamos solos esperando que alguien se nos acerque, el lugar y la situación se oscurecen aún más. Vuelvo a mi casa con la sensación de que lo que quiero dar no sirve y que lo que ellas necesitan yo no lo tengo.
Nunca me voy triste, pero sí con una "sensación" de tristeza, como si me quedaran colgando o pegados en la ropa dolores ajenos, lágrimas convertidas en piedritas, tatuajes duplicados. Y, aunque parezca absurdo, nunca tuve tanta noción de lo que significa ser libre como cuando por primera vez crucé las múltiples y pesadas puertas del penal.
Gabriela
1 comentario:
somos carlos bustamante y adrian cervino: nos encontramos privados de la libertad en la unidad 1 de coronda; es la primera vez que entramos en el blog..estamos gratamente sorprendidos por su trabajo , esfuerzo y dedicacion para con la contruccion de nuevas herramientas como alternativas para la reinsercion social. Les contamos que con muchisimo esfuerzo, estamos llevando adelante un nuevo taller autogestionado DE DISEÑO GRAFICO. SI SE QUIEREN CONTACTAR LO PUEDEN HACER A ESTA DIRECCION : r.ambito@hotmail.com..si es posible al mesenyer..les dejamos um abrazo fraternal siempre juntos hacia la libertad.
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